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LA PIRENAICA, VOZ LIBRE DURANTE EL FRANQUISMO


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LA PIRENAICA, VOZ LIBRE DURANTE EL FRANQUISMO

Beatriz Labrador- Público.es

Radio España Independiente, La Pirenaica, emitió clandestinamente durante más de 35 años

Empecemos por el final:

“Si nuestra labor ha servido en algo para la reconquista de la democracia, damos por bien empleado el esfuerzo”

Así, con irreprimible tristeza y voz engolada, se despidió de sus oyentes Ramón Mendezona, alias Pedro Aldamiz, el último director de Radio España Independiente, popularmente conocida como La Pirenaica.

Era el 14 de julio de 1977. De un plumazo se dejaban atrás 35 años de emisiones clandestinas esquivando la censura impuesta por el franquismo a los medios de comunicación.

Seguir con las transmisiones ya no tenía sentido a juicio de sus fundadores –la cúpula del Partido Comunista– porque se abría un nuevo horizonte para el país: ese día se celebraba la sesión inaugural de las Cortes que elaborarían la Constitución de 1978.

La Pirenaica, una de las pocas ventanas por la que los españoles podían asomarse al exterior durante la dictadura, fue la vía que permitió a muchos enterarse de todo aquello que el régimen callaba.

Hacer frente a la propaganda franquista fue siempre su objetivo.

La Radio de la libertad

Radio España Independiente (REI) nació en los albores de la posguerra. El 22 de julio de 1941, sus ondas llegaron a España desde Moscú.

A pesar de la lejanía física de la emisora, sus responsables crearon la leyenda de que emitía desde algún punto indeterminado de los Pirineos.

De esa forma trataban de alimentar la idea de que dentro de las fronteras seguía encendida la llama de la resistencia a la dictadura.

En aquellos años, en el resto de Europa se lidiaba la II Guerra Mundial. Moscú se convirtió en el cerebro de la lucha antifascista y concibió una red de emisoras propagandísticas dirigidas a diferentes países.

Dolores Ibárruri, La Pasionaria, fue la encargada de poner en marcha la emisora española.

Su personal nunca excedió de doce personas y fue reclutado entre los exiliados comunistas en la capital soviética. Todos trabajaban bajo seudónimo, por miedo a que sus familias en España pudiesen sufrir algún tipo de represalia.

Pero los mayores riesgos los corrieron los corresponsales dentro del país, ya que cooperar con La Pirenaica o escucharla se consideraba delito.

Además, miles de personas anónimas colaboraban enviando por correo sus crónicas.

Actualmente, los archivos del PCE conservan unas 20.000 cartas enviadas con remites falsos.

En ellas se habla de la Universidad, de los mineros asturianos, de la cárcel de Burgos, de la corrupción, de Palomares... Es decir, de todo lo que Radio Nacional o el NO-DO no hablaban.

La guerra de las ondas

Radio Pirenaica se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para el régimen y Franco autorizó el mantenimiento del Servicio de Interferencia Radiada (SIR), una red de estaciones de interferencia controlada por el almirante Carrero Blanco para dificultar que la señal llegase a los receptores. El dinero y el apoyo tecnológico llegaron desde EEUU.

La REI permanecía en alerta y contraatacaba con emisiones volantes desde Bulgaria o Hungría, subiendo la potencia o cambiando frecuencias. A pesar de los pitidos, zumbidos y ruidos de fondo, La Pirenaica se convirtió durante años en el referente de la resistencia antifranquista.

Muchos sintonizaban por convicción –otros por curiosidad– para escuchar, tras la melodía de Suspiros de España, su saludo diario al oyente, que ha quedado grabado en la memoria de la generación de posguerra:

“Aquí Radio España Independiente, estación pirenaica, la única emisora española sin censura de Franco”.

Era una de las pocas maneras de respirar un moderado aire de libertad.